sábado, 27 de febrero de 2021

 Caes, como la noche sobre la acera

y me sorprendes.

me sorprende el tiempo pausado, que parecía que seguían nuestros brazos tibios de la última vez.

Y no.

Había pasado tanto...

Como vendaval, como torbellino me atrapas de un salto

Y me traes a tierra con el abrazo más grande del mundo.

Tú, la torre más alta de cualquier palacio, tú, abrazando a este ser diminuto.

Dándome en ese abrazo todos los códigos del universo. 

Arropándome la tristeza con el aroma que tanto guardé en mis manos.

 Sembrando y haciendo brotar, 

rompiéndome el hielo sobre la piel,

 recordándome el calorcito de sentirse tan añorada, tan acompañada, tan amada.

y yo apenas viendo tu ser, tu perfil marmoleado y sereno,

me has esperado como niño a la navidad,

y estás.

Estás, como yo, genuinamente feliz de encontrarnos.

Hablamos de rizos y de lo largo de nuestro cabello...

pero si miras nuestros ojos se están hablando de otra cosa,

de otras formas, de lo largo de las ausencias, de nuestras soledades.

Y yo te digo, que mientras exista jamás estarán solas nuestras soledades.

Y tú dices algo sobre no escuchar bien el menú...

Poco a poco voy recordando lo maravilloso que era saltar entre meteoros

y universos mientras discutimos sobre arquitectura y plantas y gatos gordos.

Y todo va tomando sentido.

Caminamos, voy reconociendo los terrenos conquistados,

 esos lugares que eran de nadie y reclamamos nuestros.

Dejamos todo atrás, 

sabemos,

nos reconocemos.

Mirarte a ti es mirar de frente al universo.

Es verme sin reconocerme. Es un espejo de dos caras. yo te veo en mí. te reconozco en mí.

Y aunque callamos, no hay silencio, y no tenemos miedo de caer, porque nos sostenemos.

Qué arma poderosa es el amor.

Qué formas tan hermosas de encontrarnos.

Qué bonita tu forma de curarme tan solo diciéndome "te quiero".

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