miércoles, 12 de julio de 2017

Retrato.



¿Dónde buscas un corazón rendido? ¿Dónde te abalanzas sobre el cuerpo pálido de las noches y del frío entumecido y del pesado viento? ¿Es ese tu refugio? Acaso los vaivenes del sol te han abrasado tanto el alma, que buscaste esos labios para calmar tu sed, para sentirte viva, para cubrir tu cuerpo con su sombra?

Nada temes ahora, a plena luz del día, tan humo, tan coches, tan bullicio que pasa sobre el bullicio que traes bajo esas trenzas, tan mirando para todos lados, tantas cosas, para no mirar adentro, para guardarte.

¿Qué te pasa? El tiempo te pasa, y no sólo te pasa: te avasalla, te revienta contra los cristales de todos los relojes del mundo, contra los cristales de todos los ojos que te miran, que te reconocen, que te niegan. Y tú clamando identidades falsas y turbias y desconocidas, clavándote en el pecho letras negras de odio, intoxicando tus costillas con flores que se marchitaron, con caricias que se borraron a fuerza de tallar la ropa de la vida. Estragos.

Y en los pies, te han salido raíces y enredaderas de tanto que no has andado, de tanto que no has bailado se te han llenado las piernas de telarañas, de recuerdos despostillados y moretones y cicatrices de otras vidas antes que la tuya.

Y no haces más que caminar, arrastrando los pies y los pedazos de otros seres que fueron contigo, jalando anclas para no rendirte, gritando para ti, por ti, ¡ya basta! ¡Tú puedes! Entre dientes. Y tragando saliva que ha disuelto quinientos silencios llenitos de palabrerías, veneno tóxico reutilizado para asesinar todas las palabras que riman, comulgan, rozan, recuerdan, suenan o te llevan a otros tiempos.

Dolientes

Siniestros

Es este el duelo, haciéndote morir en vida. ¿Acaso es este el infierno del que tanto te hablé, María?

 A veces mi casa parece una sombra, un hueco, hay espacios que se van sintiendo fríos, marchitos. Hay veces que no quiero volver. Que siento...