lunes, 18 de febrero de 2019

Puede que está sea la más oscura de mis soledades.
He llorado por fin, luego de mil noches, luego de tantas razones, hoy, me vengo a deshacer en un llanto amargo y luego frío.  He llorado hasta no poder respirar, he llovido.
Me decanté en un sin fin de incertidumbres, en un ir y venir de preguntas sin respuesta, de certezas sin probabilidades; lloré como hacía mucho que no lloraba,  encontré una puerta que no conocía hacia pensamientos vampiros,  hacia agujeros negros en mi alma.
No sólo lloví, me ví tormenta, huracán, ciclón. Me ví agua turbia y siniestra. Y en el centro de todo ese bullicio, había algo bueno, hay calma en el abismo de la soledad.
Cuando me miré deshecha pude ver todas mis partes. Me veo más humana ahora que soy agua y entonces me sentí en paz con mi tormenta.
Al final, el naufragio también es un viaje.
Hoy lluevo, dejaré que pase.

jueves, 14 de febrero de 2019

Nunca aprendí a nadar porque no sé aguantar mucho tiempo bajo el agua.
No pude aprender muchas cosas por miedo.
Temprano aprendí que no me gustaban los gatos porque a mi familia no les gustaban y así fui cultivando sobre el molde y luego ví que me sobraban sueños que no cabían.

Poco después comencé a hacer mis propios moldes, a buscar mis formas. Hoy siento que hay una libertad pacífica rodeando mi pecho, dentro todo es una intermitencia entre el caos y la alegría.

Anoche escuché el tren, a penas estaba la madrugada y todo era silencio, podía escuchar las ruedas puliendo el riel, casi podía escuchar al maquinista. Me invadió la nostalgia como un presagio de todo el desierto que cubriría las siguientes horas.
Pasé la noche entre vueltas y pesadillas, luego el ruido de los coches, luego el sol...
Hay un instante, justo después de abrir los ojos en que siento como mi cuerpo despierta de nuevo, luego una punzada en el hombro, luego dolor y prisa y algún maullido que clama que rellene su plato.
He pensado sobre la muerte los últimos días. La muerte en general, no propiamente la mía.
Sé que la relación vida-muerte es indestructible, dependiente, inseparable, y que su belleza es infinita. Sé que una vez que termine de vivir, terminaré también de haber muerto y mi existencia anulada dependerá del recuerdo de alguna memoria y terminará más tarde, luego de haberse reducido a suspiros.

Yo creo que hace no mucho, he muerto.
No salgo de este existencialismo burdo, wannabe, hilarante.
Pero creo tener una certeza. Creo que he mutado a algo un poco distinto. No sé si soy más o menos María, pero veo todo como si estuviera sumergida desde hace días, como si fuera ese tren que rompe la noche. Como si el que late no fuera más mi corazón, sino toda yo.

Como si los rieles pulieran la rueda.
Como si hubiera cruzado un umbral que deja todo atrás.
No sé si me siento más muerta o más viva. Pero algo cambió.

domingo, 10 de febrero de 2019

Sideral.

Ella me mira mientras yo recuesto mi cabeza sobre el respaldo de la silla, volteo y nuestros ojos chocan.
Es ahí cuando el tiempo se detiene y todo gira en torno a nosotros y sabemos que estamos muriendo.
Hablamos de todo. Y a veces me invade el miedo de pasar un momento lejos, perderme un momento de su magia, todo sin ella es perder.
A veces siento que huimos de todo. Hablamos porque tenemos miedo, caminamos porque no queremos llegar tan pronto a donde el camino se bifurca. Caminamos juntas, buscamos nuestro espacio para existir. Buscamos. Buscamos.
A veces  somos astronautas y saltamos de luna en luna, esquivando los autos y los meteoritos. A veces somos estrellas y nos sentimos rojas y azules y amarillas y muriendo. A veces, casi siempre, ella es viento. A veces, menos, también es cisne y canta.
Sabemos que morimos porque sentimos el tiempo que se nos va.
Sabemos que morimos y tenemos miedo de morir amando.
Sabemos que morimos y tenemos miedo de volvernos polvo.
Lo que no sabe es que yo veo que es semilla y que aún cuando muera, se convertirá en árbol y flores y peces.
Sé que muero y que hacer los minutos más largos no me hará vivir más, pero ella me hace morir menos.
Vuelvo a la tierra, ella sigue hablando de la geografía y las matemáticas... me he perdido un poco, pero luego me tiene de nuevo y caigo en cuenta que es a su lado donde soy entera. No hay máscaras, somos estrellas y estamos brillando y aun si morimos un poco más al caer la noche, seguiremos brillando mañana. 

domingo, 3 de febrero de 2019

XY+++++++++

Tenemos un grillete en el cromosoma Y.
Nos matan.
La estadística es tan cruel que es probable que ya estemos muertas y aún no lo sepamos, es probable que mañana sea mi turno, o el de mi prima, o el de mi amiga...
A veces nos matan, a veces nos quitan la vida. Sí, a veces nos encuentran en un lote, en una calle, en un río, otras, nos pierden para siempre, y no hablo de mi amiga Sandra, de la que hace 6 años no sabemos nada, hablo de todas esas que vuelven y caminan pero lo han perdido todo. Y es que esto se ha vuelto un juego de quién pierde más: la confianza, la autoestima, la dignidad, la vida...
¿Qué más nos van a quitar?
Ya no importa tu tez, tu altura o talla, el.color de tu pelo o tu edad, ¿Tienes vagina? ¡Vas! ¿Y luego qué? Luego el calvario. Un sistema hecho para ser vencido. Lleno de idas y vueltas, encrucijadas y mucha mierda que atravesar para hacer una denuncia, para activar una alerta, para abrir una carpeta.
Yo no sabía que ser mujer era tan peligroso hasta que me enseñaron que si te ves bonita, eres un blanco, que para salir sola de noche hay que tener un horario, que hay que memorizar las placas del taxi y ver a los ojos a todos.
Es demasiado.
Aprendí a tener miedo y ahora me enfrento a que eso que tanto temía, está a la vuelta de la esquina, que ya no es "sí algo me pasa" es "que nada me pase hoy".  Tengo hartazgo de tanto miedo, estoy cansada de morir tantas veces, un poco en cada una de las que desaparecen cada día, un poco en cada afiche de "se busca"   estoy Harta de que nos maten, porque nos tratan como flores, nos cortan, nos llevan, nos explotan hasta que nos marchitan.
Duele ser mujer, aquí en este país, en esta ciudad. Con tanto acoso.
Me duelen mis primas, mi hermana, mis hermanas de vida, mi sobrina, mis amigas, me duele la chica guapa de la otra cuadra, mis colegas, me duelen los papás de las desaparecidas.
Y todo lo que nos queda cabe en una mano: un spray, una llave, un anillo... Todo con lo que podamos defendernos, un lápiz, nuestras manos, nuestras letras, nuestra voz...

 A veces mi casa parece una sombra, un hueco, hay espacios que se van sintiendo fríos, marchitos. Hay veces que no quiero volver. Que siento...