lunes, 24 de junio de 2019

A veces me pierdo en lo que es políticamente correcto, ahí revuelto, entre lo que debería, lo que hubiera y la mejor decisión. está mi criterio, mi cordura, mi fuerza.
por formación, siempre la mejor decisión ha sido la de buscar el bien mayor, el bien para la mayor cantidad de personas. Por convicción he pensado que lo mejor es entregarlo todo y dejar al último lo que yo deseo porque soy una persona autosuficiente...
Pero ahora mismo no encuentro todo eso en lo que yo creía, ahora mismo el bien mayor va en contra de mi lógica, en contra de mi misma. Ahora mismo siento esa necesidad de ponerme en primer lugar, de pedirlo todo. Me han dicho que soy impulsiva por seguir siempre "el corazón", creo que mis sentimientos van siempre por delante, como caballos salvajes, desbocados. He escuchado que debo controlarme más, pero ahora mismo todo lo que quiero hacer es gritar hasta quedarme sin voz, me siento tan inmóvil, tan atrapada entre todo: entre ser madura, ser correcta, ser auténtica, ser yo, dejarme ser, ser sabia, ser prudente, ser responsable, ser maestra, ser bailarina, ser buena, justa, luchar por lo que quiero, hacer lo que se me enseñó, hacerlo bien,  hacerlo mejor, hacer lo mejor, ser mejor...

hay tantas voces en mi cabeza que gritan, que pesan, que exigen, que devoran.
Estoy en ese punto en el que sea cual sea mi siguiente movimiento, voy a fallar, voy a caer, lo sé, lo siento en la piel. Es este miedo a no hacer lo correcto, a equivocarme, lo que me paraliza.  es esta ansiedad la que desgarra mis neuronas, la que clava sus dientes en mi pecho y encadena mis manos.
Es tan agotador que me cuesta pensar en cómo resolverlo. Es tan aterrador que no quiero abrir los ojos.

miércoles, 19 de junio de 2019

Hoy me duelen demasiadas cosas: me duele relajar la espalda, dejar caer los omoplatos, bajar las clavículas; me duele sostener el brazo izquierdo, me duele sostenerme, me duele sostenerme firme, en pie...
Me duele sentirme abatida, me duele el silencio, me duele el canto de los grillos, me duele ver luciérnagas y no tener eso que me hacía atraparlas; me duele el tiempo tan lento, el tiempo entre las manecillas, la ausencia entre las manecillas, el silencio, el vacío, la soledad entre las manecillas.

Me angustia. Me agobia el sentir todo tan lleno de nada, todo tan calmo esperando a que yo haga algo, a que yo lo llene. Me angustia no llenarlo, me da miedo llenarlo de cosas que no estén bien: atesorar baratijas, arrinconar fracasos y tener la casa llena y las manos vacías.
Me he mirado ahora, que tengo la casa, las manos, el alma vacías. 
El miedo está aquí, conmigo. Carcomiendo la madera de mis muebles, jalando los hilos de mi suéter, llenando los rayos de luz de fragmentos de versos, de puntos suspensivos, de copos de desesperanza.

Me duelen las manos de ausencia.
Me duele el pecho de llanto, de desesperación, de impaciencia.
Me duelen los ojos de tanto vacío, de tanto eco, de tanta falta.

En esta casa en donde me duelen tantas cosas tengo ahora que remendar mis versos, que remojar mis labios y limpiar poco a poquito el miedo, poco a poquito el llanto y dejar que las manecillas retomen su pulso, que el viento se cuele por las ventanas y remueva un poco el polvo que ha caído sobre mis brazos, y otro poco el pánico que se ha estancado sobre mis hombros.

 A veces mi casa parece una sombra, un hueco, hay espacios que se van sintiendo fríos, marchitos. Hay veces que no quiero volver. Que siento...