jueves, 1 de julio de 2010

porque los sueños, cuando dormimos, saben mejor

Inconscientes salpimentamos cada imagen, la cocinamos hasta que queda en su punto, y tomamos otra porción de imaginación, y la mezclamos, y vamos cocinando hasta ablandar las situaciones. Y si ponemos a hornear esos momentos, al poco tiempo pasan a nuestra realidad.
Oh! que curioso! cuando vertemos nuestros sueños a esta dimensión, a este mundo de lo imposible, lleno de "no", de "prohibido"; así de pronto nuestros sueños se derriten, por eso preferimos dejar ese verbo solo para conjugarlo después de las once o doce, cuando nuestros ojos están bien cerrados, y esta cerrada la puerta y esta apagada a luz.
Pero de día, de día los sueños están crudos, y todo está o muy verde, o muy maduro. De día las ideas están insípidas y tememos mezclar la imaginación, los sueños (bien cernidos) con la porfía y la realidad, porque no la vallamos a "regar" y echar a perder tiempo, ingredientes y acabar en el piso, limpiando el desorden.
Cómo nos gusta soñar, pero qué de necios somos, si "la regamos" deberíamos volver a mezclar. Soñar debe ser un verbo de día, un verbo que se adapte a las condiciones de la realidad. o que haga que la realidad se adapte a sus condiciones...
Qué rico saben los sueños! pero definitivamente saben mejor allá, bajo las sabanas, con maullidos de gato en la ventana, con las luces apagadas, poquito después de las dos de la mañana, con la imaginación a fuego lento y las ideas a baño Marìa.

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