Habrás notado que aún me tiemblan los labios si estás muy cerquita y que me cuesta sostenerte la mirada, pero me gusta verte.
Seguro te espantó lo fácil que es hacerme cosquillas y quizá pensaste "qué exagerada", pero me pierdo en las pequeñas cosas. Me gusta lo simple y lo disfruto, y a veces -casi siempre- me molestan las cosas que rompen lo bello de lo cotidiano, y yo te observo como la persona de a pie, como el del día a día, el que quisiera ver en lo cotidiano. Me gusta la charla de los achaques, qué belleza es conocer lo que al otro le duele y así poder ayudarle.
Habrás pensado que el tiempo pasó dejando huella.
Pero el tiempo pasó por nosotros como pasa por los árboles: arraigando la raíz hasta lo más profundo, elevandonos por sobre todo, buscando siempre el aire, las nubes, el cielo.
Yo volví a soñar.
Porque en tantos años me siguió tu espalda con su caminar acompasado y ahora pude reír en ella, volar en ella, guarecerme en ella.
Tus manos que parecían ajenas, ahora parecen campos arados y florecen.
Y mis manos, que son río desembocan felices en tu mar.
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