viernes, 20 de julio de 2012

Mi prosa en reconstrucción.

Vuelvo a no saber de mí, perderme un rato. A buscarme sin ganas en mi rostro, a querer encontrarme en tu mirada...mas no me encuentro en tus pupilas.
Tus ecos vuelven como sonidos de la noche, tiritan en mis rincones y se pierden en la acústica de mis silencios vacíos.
Vuelvo a cobijarme en mis soledades, a dormir entre sombras de la noche, a cantarle mis sueños  a la luna...
mas la luna no sabe de secretos.
Siento mis manos frías, y la piel errante flota sobre la corriente que de mis ojos brota. No hay llanto, no hay lamentos. Es una fina capa de hielo sobre la corriente... una fina capa de hielo. Y en ese abandono casi letárgico, brota en el centro de mi ser una brasa, de la hoguera que antes fue mi alma, y temo que encienda, y quiero apagarla, entonces recuerdo el calor de mis brazos, lo bien que se sueña con ojos abiertos, mi cuerpo reacciona y se mueve despacio, y el río que se vuelve quizá más quebrado, me envuelve, me hunde y me sumerjo despacio, sin miedo, conozco ya cada piedra, cada borde del fondo del llanto, de mis soledades   que ahora acompaño, y hay peces recuerdo y sirenas labios que cantan y hechizan y también hay barcos llenos de ilusiones que van naufragando. Y la brasa que alumbra mi interior oscuro, florece en la penumbra de mi prosa en reconstrucción. Y toca la punta de mi pie izquierdo el fondo y en una revuelta de espumas de mar, mi prosa se vuelve verso, mi hielo se derrite y tiene aroma... y con una desesperante necesidad de gritar, mis sirenas-labios  buscan una bocanada de aire, mis brazos cálidos me llevan a la orilla, y en cuanto salgo, ese río se evapora. Y afuera no hay más que un árbol sobre la hoja en blanco, árbol al que me aferro y en el que cuelgo mis letritas a escurrir, para que algún sol que se dibuje las seque y pueda cubrirme con ellas el frío de la madrugada.

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 A veces mi casa parece una sombra, un hueco, hay espacios que se van sintiendo fríos, marchitos. Hay veces que no quiero volver. Que siento...