Esta tarde esta fresca, están atardeciendo mis ojos.
Canta mi alma y de repente se le ocurre pronunciarte el
nombre.
Está cayendo el sol al suelo, son las 6:54, es la gravedad
de tu ausencia que lo llama. Y a las 6:59 ya se ha difuminado en el cielo el
naranja, ya va para azul marino, no tan marino como el de las 7pm. Pasado
Meridiano, pasado maldito que pesa lo mismo que pesa el que no te encuentre. En
la oscuridad de las 7:48 ya no puedo ver. Esta tarde te he perdido con el sol.
Porque a las 8:47 se me ha ocurrido escribir que tal vez a las diez treinta y
ocho piense en ti de nuevo y en la noche que nos cubre y nos separa, y se me
ocurrió también que puede ser que a media noche quiera salir a buscarte, o que
me despierte a las dos y cuarto de la mañana, con la incertidumbre de no
saberte aquí. Hasta puede pasar que a las 4 am sueñe que te he visto y pueda
dormir más tranquila, y las 6 con 18 imagine que sonríes y ya sea el sol que se
asoma en mi ventana. Ocurrirá posiblemente que amanezca cubierta de la falta de
tu piel, o abra los ojos sin tus ojos y a las 6 con diecinueve el agua fría en
mi cara me lave el aroma de ti, y tu sombra se asome en el espejo mientras que
el sol de las 7 treinta pasa corriendo por la calle.
Quizá a las 8 con nueve minutos tome un taxi y me de cuenta
de que te he olvidado en una mesa donde hace dos noches, a las 9:50 preguntaste
mil cosas y me callaste con un beso.
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